Saturday, October 8, 2016

EL ESPIRAL




...Y nadie pregunta si sufro, si lloro,
Si tengo una pena que hiere muy hondo…
R. Blades


Héctor tenía razón.


No es que en el pasado me haya faltado la motivación para esto, lo que sucede es que me había “curado” con el camino. De hecho, sigo creyendo firmemente que el camino (y no el destino) por sí solo, es la cura. Lo que pasa es que esta vez, las condiciones son diferentes y me he visto obligado a enfrentar la realidad, desde la quietud.


(Eso, sin mencionar, que hay esa parte de mi, la más terca e irracional, que pretende creer que esta es una manera de alcanzar(te)...ahora que tomo conciencia, de que no hay esperanza. ¿Alguna vez la hubo?)


Pero yendo a lo que me compete hoy. Los guías mentimos. (y cuando digo guías, solo incluyo a mi gremio, los de montaña, pues no me atrevo a hablar de lo que no se). O nos vemos obligados a mentir. Gaston Rebuffat resaltaba poéticamente esa capacidad que tenemos los guías de “cantar siempre la misma tonada alegre” a pesar de las circunstancias. Pues, nuestros clientes nos contratan para eso, para no tener sentimientos. Para ver las cosas, con la claridad que trae la frialdad y poder tomar las decisiones correctas, que nos traigan a todos de regreso (sanos y salvos).


Pero ¿Qué pasa cuando esa tonada alegre no es la que sentimos en nuestro corazón? En el terreno, nada. Toca sonreír, agarrar la cuerda y el piolet y seguir. A veces he llegado a creer que mientras mejor escondamos lo que sentimos, es decir nos mintamos a nosotros mismos, mejor hacemos nuestro trabajo. Convencido de que nuestros clientes se merecen eso, nuestra mejor energía/cara para compartir ese terreno sagrado que son las montañas. Pero siempre se vuelve al “valle” y es ahí, abajo, donde las tormentas duran más. Quiero decir, nos esperan.


Es que cuando vives una vida en el camino, todo, o bueno casi todo, se vuelve itinerante. La ropa, la cama, el calor...los encuentros. No me quejo, solo lo expongo. Pero digo -casi todo- porque para nuestro perjuicio, hay cosas que no se adaptan al camino, y la principal es: el corazón. Y es ahí, donde ocurre el desfase, el inicio de la confusión. Aprendemos (los que vivimos en el camino) a solucionar todo con el movimiento. La figura que más nos define es el espiral, un espiral en constante movimiento, que siempre intenta volver al origen, pero que no lo logra. Además, en cada vuelta ya no es el mismo, ya ha cambiado. Ya arrastra una mochila más pesada.


Hablo de desfase porque lo es para mi. Concuerdo con M. Twight en eso de que es complicado encajar las ideas desarrolladas en la montaña, con las de la ciudad. En la montaña las opciones normalmente se reducen a dos y la cercanía de la muerte, clarifica todo. Pero en el valle, ciertamente, todo es más complicado. Y tanto que lo es, que a los que hemos pasado demasiado tiempo fuera de los “códigos”, se nos complica adaptar. Tenemos que enfrentarnos a esa falta de lenguaje adecuado, a ese desatino, a esa incapacidad de proyectar lo que sentimos. En general, a esa frustración.


Coincidentemente hace poco me reencontré con esta frase: "La montaña golpea sin avisar, cuando uno menos se lo espera, te devora". Nos la dijo M. poco antes de morir, años atrás en la Esfinge. Digo coincidentemente, porque justo ahora, después de todos estos años de haber perdido esas palabras en la memoria, reaparecen. Justo ahora, que la vida se me ha hecho una montaña y me ha hecho cuestionarme mi escénica.


Hace no mucho perdí un amigo. Un maestro. Murió haciendo lo mismo por y para lo que vivimos: Compartir la montaña. Días después, yo mismo tuve una "llamada", la más cercana que he tenido y como si eso fuera poco, luego sentí que el Sol me dio la espalda. Todo esto me ha hecho cuestionarme las bases. ¿Estoy haciendo lo correcto?


Pasan los años y los que me rodean (en el camino) son los mismos que lo viven. Los que están en las “paradas”, hacen lo correcto, se cuidan y se alejan. ¿Cómo entender y aceptar que nuestra esencia no es buena para ellos? Sabiendo que se es, lo que se es. ¿Cómo vivir con la certeza de que haces lo correcto, que otra cosa haría infeliz, pero que el precio de perseguir tu esencia, es alto? ¿Cómo sobrellevar esos días en que se quiere un descanso, se desea parar (por un rato) y disfrutar de la “estación”?...


En los últimos 5 años de mi vida no he permanecido más de dos meses en el mismo lugar. He perseguido mis sueños, he hecho lo que me gusta, pero también me he alejado de quienes amo. Y la distancia no se mide en kilómetros, sino en ausencias. Les pido disculpas a todos los que vivieron momentos importantes, en los que deseaban que yo esté ahí...pero les pido que recuerden que yo también sé extrañar, que lo hago mucho...y que a veces, no hay nadie a quién contárselo. Pues, cuando eres el encargado de preguntar cómo está la gente, no hay nadie quien te lo devuelva.

En fin, de vuelta al camino, por una vuelta más. A veces uno añora la siguiente partida y a veces solo se la acepta. La “teoría” dice que cada vuelta te haces más fuerte (si la sobrevives), el problema es que mientras eso sucede, a veces, gritas por dentro.